| ||||||
(Día Internacional de los Niños Inocentes Víctimas de Agresión) Me llamo Sarita, y tengo tres añitos. No puedo ver, pues tengo hinchados los ojitos. No hay duda de que soy muy mala y muy tonta. Por eso mi papá muy enojado está. Quisiera no ser tan mala y tan fea, para que mamita me quiera abrazar. No me dejan hablar, ni puedo equivocarme; pues de lo contrario me encierran con llave. Cuando me despierto, me siento muy solita: con la casa oscura paso muchas horitas. Si mamita vuelve, me voy a portar bien: ¡para que no me peguen una y otra vez! ¡Silencio!, no hagas ruido, que puedo escuchar que ha llegado papito muy borracho de un bar. Lo oigo que grita con enojo mi nombre. Ya no puedo huir; ¡y quisiera escapar! Sus ojos malvados buscándome están. Tiemblo de miedo y comienzo a llorar. Me ve que estoy llorando, y me insulta y me grita que todos sus problemas son por mi culpa. Comienza a golpearme y me abofetea. Consigo soltarme, y corro velozmente. Él tranca la puerta, yo comienzo a gritar; contra una pared me lanza sin piedad. Caigo golpeada al suelo, me siento adolorida. Él grita maldiciones, me ofende y me lastima. Le pido me perdone, pero ya es muy tarde. Destellan sus ojos de rabia y de odio. Me sigue golpeando sin misericordia. ¡Dios mío, yo te ruego que termine el tormento! ¡Al fin ya termina! Él sale insensible y me deja tendida, inerte, en el suelo. Me llamo Sarita, y tengo tres añitos. Esta noche triste me mató mi papito.1 Mediante estos conmovedores versos que hemos traducido del inglés, Gayle Jones Staples nos lleva a la sala de justicia en la que una pequeña víctima, llamada Sarita, describe los pormenores de un crimen sin nombre. Ahora bien, si a nosotros, que somos pecadores por naturaleza, nos parece depravado tal delito contra un ser indefenso de nuestra propia sangre, ¡cuánta repugnancia sentirá Dios, el Dador de la vida, que no sólo nos dio la vida que tenemos sino que también dio la vida de su único Hijo para que pudiéramos tener vida plena y vida eterna! Jesucristo, ese Hijo de Dios que murió por nosotros, le aseguró a uno de los maestros de Israel llamado Nicodemo que «Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo».2 Y sin embargo Cristo sí condenó a cualquiera que maltrate a un niño. «Más le valdría ser arrojado al mar con una piedra de molino atada al cuello, que servir de tropiezo a uno solo de estos pequeños», advirtió Jesús.3 ¿Cuál no será, entonces, el castigo del que no sólo sirve de tropiezo a estas criaturas, sino que abusa de ellas y les roba la inocencia, o las maltrata física, sexual, verbal o emocionalmente? No dejemos, pues, de informar de tales crímenes a las autoridades competentes, confiados de que a la postre Dios mismo se encargará de que en cada caso se haga justicia. | ||||||
|
jueves, 4 de junio de 2015
POR FAVOR NO MALTRATES A LA NIÑA. DEJE VIVIR A LA BEBE.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario